Si tu forma de reír fuera un poco más escandalosa, un poco más suave o un poco más lenta, yo no tendría que voltear hacia otro lado cada vez que estallas. Estar contigo es perseguir que tu felicidad suceda hasta que suena esa carcajada que empuja hacia mis labios una sonrisa que me delata el amor. Si pudiera quedarme suspendida en algo para siempre, me quedaría en la infinita voluntad de escucharte la alegría. En las ganas más puras de que estés bien. Y no llegaría nunca al momento en el que tu risa ocurre y yo quiero ocultar cuánto te quiero.
Tu risa es el sonido de la reconciliación. Cuando la escucho me digo que está bien haber sido la que fui durante tantos años, haberle dirigido la palabra a los extraños y acabar rendida en los brazos de uno. Cuando la escucho entiendo que tú nunca has estado solo, que yo nunca he estado sola y todos los silencios entre nosotros valen la pena porque acaban. Cuando la escucho quiero seguir siendo la mujer que soy, aunque me enamore de ti cada vez que ríes y, cuando callas, lo olvide por completo.