Carta abierta a mi profesor chavista:

 

“Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre”.  

Sebastián Castellion

Estimado profesor:

Usted siempre va vestido del color al que más temo. En mi vida el rojo ha sido revolución, la revolución sangre y la sangre dolor. Dice ser un admirador de Hugo Chávez: el hombre que me arrancó los pies de Venezuela. Y cuando le pregunto por qué, alza su bandera de fidelidad a la izquierda: respetable convicción que no comprendo y me arrincona a guardar la esperanza de que el motor de su admiración no sea la disposición a permitir que maten a mis hermanos en nombre de sus ideas.

El aula de clases parece ser un lugar donde caben los textos y no las vidas. La pertinencia termina donde la experiencia comienza. Y entonces mi voz, atravesada por una infancia en socialismo, ya no merece ser escuchada. Lo permitido es hablar de un Chávez que predicó a Marx y no de un Chávez que asesinó gente. He de guardar silencio.

Me han dicho que mi sesgo es afectivo. Que el sentimiento no hace más que perjudicar al rigor. Que mi cautela frente a la izquierda se explica en mis emociones y por lo tanto mi pensamiento no es válido en la tierra de los filósofos racionales. He de guardar silencio.

Pero yo prefiero salir del aula antes que guardar silencio. Y prefiero ser desterrada de la filosofía antes que guardar silencio. Tan mala estudiante he sido que me sigue importando la emoción tanto como la razón y la vida más que el texto.

Estimado profesor: quiero buscar un lugar que nos sea común para que hablemos aunque no pensemos lo mismo. Entre nosotros hay un mar y en ese mar un barco: el amor que usted siente por sus ideas y yo por mi gente posibilita el encuentro.

Por amor a la izquierda, podría escuchar los gritos de quienes han sido objeto del testeo de ésta. Las voces que emergen del Gulag ruso, las voces que emergen de la Habana de los cubanos, las voces que emergen del Socialismo del Siglo XXI en Venezuela. Por amor a la izquierda podría hablar con quien la ha vivido, en lugar de dar la espalda a las realidades que con sus ideas se vinculan cuando dejan de ser convenientes para la imagen de la ideología.

Estimado profesor: si usted estuviera dispuesto a escuchar a mis hermanos, tendría en sus manos la posibilidad de amar la izquierda sin salvaguardarla de una crítica que podría hacerla crecer. Muchos no tienen un doctorado que les dé autoridad en nuestro ámbito, pero han vivido la Venezuela de Chávez: saben suficiente de hambre, guerra y dolor.

Tal vez es momento de tomar en cuenta mi pregunta: ¿es posible que la sangre derramada en las gestiones políticas de izquierda tenga algo que ver con la izquierda misma?

Me resulta incompleto pensar una ideología despojada de sus movimientos fallidos. Dejarla siempre protegida de la culpa, diciendo que no se trata de una doctrina defectuosa sino de una mala implementación sin antes sopesar todas las realidades que de su mano han surgido.

Qué árida se torna la academia cuando se refugia en los conceptos y le niega un lugar a la realidad. Qué absurda se vuelve la filosofía cuando censura la vida. Qué rara resulta la izquierda cuando acoge en su regazo a Hugo Chávez pero se niega a escuchar a la ciudadanía que lo llevó y mantuvo en el poder hasta el día de su muerte. Y qué decepcionante ha sido mi carrera cuando los docentes me han negado el derecho de palabra para que no ponga en duda su martillo y su hoz.

Si no está usted dispuesto a pensar conmigo al respecto, tendré que pedirle algo distinto: sobre las tumbas de mi gente no baile, profesor, el tango del amor a sus ideas.

Valeria Farrés

 

Este texto fue publicado originalmente en la 1ra edición de la revista Rizoma, de la Sociedad de Alumnos de la licenciatura de Filosofía de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

7 Comments

  1. Mi Valeria amada, mi amazona favorita, más venezolana que la arepa, eres siendo, siempre lo serás. Lo vívido superará con creces a lo dicho en los textos, es lamentable que allá al igual que acá se imponga el silencio cómplice de la barbarie ,como si la realidad no fuera aplastante y su grito poderoso. Mi Vale amada, mi filósofa de vida, de sentires, de gozos y vivencias. No es un profesor quién detendrá tu decir. El ni conoce de esto que nos dejó su admirado difunto. Ojalá se conceda el privilegio de sentarse a conversar contigo despojado de su ideología sesgada. Ojalá se permita escuchar a quien desde niña si conoce lo que padecemos en este mágico lugar llamado Venezuela ahora golpeado en su fibra ,en su corazón, destruido por ambiciones y despropósitos. Este mi sitio, mi lugar, mi espacio vital del cual al igual que tú y tu familia y gran parte de la mía y la de muchos otros han tenido que dejar huyendo a tan grande horror. Mi Vale amada, espero que algún día podamos abrazarnos de nuevo en esta tierra porque tengo la certeza de que resurgiremos y rescatarnos de tantas heridas no será tarea fácil más sé que lo lograremos. Profesor, siéntese con mi Vale y escuche, escuche, salga un rato de las letras de los textos. Aclarando por si acaso que soy también una lectora. Que los textos son necesarios e importantes pero el respeto a la vida sana los supera. Gracias mi Vale por siempre rescatarme. Te debo un quesillo. Lo comeremos juntas en este suelo bendito. Algún día…

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