Tu lucero

Tengo unas ganas que matan de pedirte perdón: te pienso poco, mi vieja… porque dueles demasiado. Me da miedo preguntar por ti. Me aterroriza que me puedan contar que ya no estás, que por cuidarme del impacto guardaron silencio, pero que te enterraron en la colina más cercana a la casa. Te hice una promesa que no supe cumplir: siempre juntas. Me fui. Solía decir que la manera era tener siempre un descendiente tuyo. Y mira que ya estás muy vieja, tu hijo muerto y yo lejos. Qué manera de fallar.

Asumo, cuando la esperanza sólo duele, que te encontraré en otra vida. En una mejor, en la que no te pueda dejar.  Por lo pronto digo que se vale perder el sentido de vez en cuando. El problema es que mi “de vez en cuando” ha durado demasiado, lo peor es que mi sentido no está perdido sino lejos, y yo no lo estoy intentando encontrar: lo estoy intentando olvidar. Te confieso que sin ti cada día sueño menos, pero juro por ti cada día soñar más.

La vida no se va a sentir nunca igual. Ahora busco nuevos significados a felicidad y libertad, que se han convertido en palabras pequeñas al fondo del baúl de las heridas que no logro siempre llevar. Yo ya estuve en ese punto donde no es posible ser más. Viví durante años la sensación que el mundo se quiere llevar a la tumba. Luego se acabó y yo me quedé viva, intentando ponerlo en palabras.

Mamá suele decir que para algo pasan las cosas. Dios se hace llamar coincidencia cuando cruzamos caminos una vez en la tierra y luego para siempre en el cielo. Creo que el tiempo entre esos dos momentos es para hablarle a la gente de ti.

Quiero creer que un día entenderé por qué tuve tanto y no para siempre. Soy pequeña todavía. Pero la fe me indica que hay caballos en el cielo, y los caballos en el cielo me dan fe. Sé seguir.

Es imposible volver en el tiempo. Por eso te dije que recordar es vivir. Por eso me empeño en hacerte indeleble. Es que me odio un poco cada vez que me doy cuenta de que no te estoy pensando porque me da miedo el dolor. Y me odio un poco más cuando además me topo con la verdad de que estoy te estoy traicionando por cobarde, a ti, que me hiciste valiente.

Aquí me tienes, mi vieja, intentando encontrar en las letras una Reinita que el mundo pueda entender… y no lo logro. Ellos le dicen sentido. Tal vez esta madrugada duele tanto porque tu recuerdo me recuerda que el sentido no se explica… se siente.

Hay un mientras tanto de longitud incierta entre este dolor y el cielo. Pero vivir vale la pena si la muerte que termina con la vida me lleva un día de vuelta a ti. Por ahora me voy a tatuar tu lucero. Para fallarte un poco menos y sonreír un poco más.

Me voy a tatuar tu lucero para seguir apuntando al cielo. Del lado del corazón que siempre te amará y cerca de los pies que sólo me llevan por caminos que no quiero recorrer nunca sin ti. Por lo que traigo de ti conmigo. Y para prohibirme olvidar.

Me voy a tatuar tu lucero para que tu piel esté en mi piel. Porque lo que nadie sabe cuando me ve caer, es que desde lejos tú eres quien me levanta. Porque lo que nadie sabe de lo bueno de mi, es que en realidad es tuyo. Para que el mundo sepa que sin ti no soy.

Me voy a tatuar tu lucero porque eres sentido y milagro. Y así como vives en mi alma, vivirás en mi cuerpo, que es polvo… pero polvo enamorado*.

Me voy a tatuar tu lucero para que no puedas morir.

Valeria Farrés

*“Somos polvo, pero polvo enamorado” Quevedo.

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