Al norte del sur Venezuela agoniza. Hoy, un país hermoso lleno de gente buena, está jodido. Y necesitamos que el mundo lo sepa.
En mi país hay hambre. Anaqueles vacíos, carteras insuficientes y alacenas empolvadas. Huecos en la barriga, bocas secas, y huesos pegados a la piel. Cocinas en desuso, sabores olvidados y mesas sin gente. En Venezuela hay hambre. Hijos que no comen, padres desesperados… hambre.
Hablo de niños que no van al colegio para quedarse durmiendo y saltarse el desayuno; adultos que no llegan ancianos por ceder a sus hijos la arepa; o ancianos que no conocen a sus nietos porque mueren en el vientre de una madre desnutrida.
En mi país hay violencia. Disparos despreocupados, balas baratas y asesinos sueltos. Impunidad, mafia y sangre. Inocentes ya inertes, miedo permanente y el antónimo de paz. En Venezuela hay violencia. Muerte, muerte y muerte.
Hablo de niños convertidos en criminales y criminales que matan por sus niños. De sensibilidades perdidas. De cabezas aplastadas con piedras; cuerpos desmembrados a balazos; y gente quemada viva o descuartizada a machetazos a mediodía. Hablo de un infierno para vivos.
En mi país hay dolor. Miedo, carencias y duelo. Abunda lo perdido, se ausenta la ilusión y se apagan las risas. En Venezuela la felicidad está en peligro de extinción. Y duele.
Hablo de no encontrar jabón, comida o medicinas. De ver a los nuestros morir en hospitales porque la plata para los insumos se la robaron. De una economía que ni siquiera lo es. De una realidad absurda. De un paraíso perdido. De llanto y callejones sin salida. De falta de techos. Hablo de dolor porque hemos perdido demasiado.
A ti, venezolano, te toca ser valiente: marcha. Vives en guerra no declarada y hay quien te ignora. Tienes miedo… y suficientes motivos. Pero la calle es tuya. La calle donde nos asesinan te pertenece: tómala. Mañana sal a las calles a caminar rumbo al cambio. Toma Caracas. Te toca creer en tu país por ti y por tu gente.
Yo sé lo fácil que es perder la fe en un territorio como el nuestro, del que muchos nos marchamos por miedo o falta de oportunidades. Pero tú ahí estás. Por eso te pido, que seas la primera fila del diálogo y la protesta pacífica. El primero en tender la mano a quien te llama enemigo, y el primero en perdonar a quien te ha hecho daño.
La historia pronostica que soldados y policías saldrán también. Se pararán muy firmes, empuñarán sus armas y te lanzarán bombas de las que hacen llorar. Ellos también tienen miedo, también son vulnerables y también son venezolanos. No marches en su contra. Marcha contra la situación que se vive, y contra los hombres de altos cargos y retórica idealista que sostienen su cielo a costa de nuestro infierno. Los soldados y policías son hombres engañados o cuyo salario depende de apuntar. O al menos eso quiero pensar.
Yo también tengo miedo, me duele lo que te duele y quiero un cambio. Yo también siento rabia y tengo que inhalar y exhalar varias veces para entender que la violencia no es el camino. En primer lugar porque el fuego no apaga el fuego, y en segundo porque me niego a que muera un hermano más en nombre de una idea.
A ti, venezolano expatriado: te toca ser bandera. Tú que estás afuera, dile al mundo con la cabeza en alto que llenaron tu país hermoso de mierda. Explícales que, aunque no siempre fue así, hoy el amarillo de tu bandera es la riqueza que se robaron unos cuantos, el azul es un horizonte que nos cerraron, el rojo es un río de sangre inocente, y las estrellas son de un cielo cuya sucursal está perdida.
Desde lejos, sé portavoz del horror que se vive en tu hogar. Cuéntales que el salario mínimo de tu país son 11 dólares al mes. Que la gente hace colas de horas para intentar estirar el sueldo y comprar un kilo de arroz. Que se asigna un día a la semana a cada quien para poder comprar productos básicos como jabón. Que las morgues y los cementerios son destinos frecuentes. Cuéntales que nos están matando. Diles que duele, y luego dilo otra vez.
Las cosas son como son. Es necesario entender que nuestra bandera ha sido reducida a un trapo sucio para poder limpiarla. El mundo no va a salvar a un país que presume gloria. Por eso hoy nos toca mostrar nuestra miseria.
A ti, soldado venezolano: antes que ser uniformado eres hermano. Tú sabes lo que pasa en tu país. ¿Aún así vas a apuntar? ¿Quieres más guerra? Tu deber es cuidarnos: empieza por no disparar. Hoy te toca bajar el arma.
Te toca bajarla por tu familia y amigos. Porque si tus padres llegan a sufrir de la presión o de diabetes, un arma que apunta no te va a dar las medicinas para salvarles la vida. Porque si el cadáver de tu pareja acaba en la acera por pelear un kilo de harina P.A.N., un arma que apunta no te la va a revivir. Porque tu salario tampoco alcanza para dar de comer a tus hijos, y los que están marchando para que esto cambie, van a estar muertos mañana si disparas.
A ti, corrupto: siente. Devaluaste vidas con un poder que no te corresponde ni a ti ni a nadie. Basta de cinismo, egoísmo y homicidio. Deja a un lado tu ambición asesina y siente. Te pido por favor que busques en ti empatía, y entiendas a la madre que enterró a su hijo porque te robaste los dólares para su quimioterapia. Quiero que te saltes dos comidas y multipliques el dolor en la barriga por cien para que sientas lo que siente la mayoría mientras tu importas tu desayuno en yates. Quiero que imagines a quien más amas con la vida dependiendo de gente que parece haber perdido el alma. Necesito que sientas.
Yo no te conozco. No sé qué vida has vivido y no soy quién para juzgarte. Sólo sé que me duele y me da rabia saber que robas recursos a tu país. Me llena de tristeza e ira saber que mi país está pagando por tus crímenes con sangre y hambre. Y es que lo que para ti es un número enorme en un estado de cuenta, para los venezolanos es dolor. Lo que haces me afecta a mi y a mis hermanos. El daño que haces sí lo voy a juzgar. Por eso hoy te digo clarito y raspado, a ti y a todos, que nos estás matando. No creo que quieras ver este otro número enorme en la cuenta de tu alma.
A ti, ciudadano del mundo: escucha por favor. Te pedimos atención. Regálanos un hashtag, un retweet o una noticia. Regálanos tu voz, porque la nuestra hoy no alcanza. De tu país al nuestro una carta, una petición o un manifiesto. Nosotros solos no podemos. Queremos que nos entiendas. Hoy Venezuela necesita que el mundo escuche… y que le importe.
La gente es gente en todas partes. Los venezolanos somos personas con sueños como tú. Pero en mi país, cada vez son menos los que sueñan durmiendo en una almohada y más los que sueñan con dormir en una. Nos convierten de a poco los horizontes en fronteras infranqueables. Nos asustan hasta que el miedo nos aplasta la libertad. Los venezolanos somos personas como tú… y te necesitamos.
Los países tienen lo que se merecen. Por eso Venezuela tiene esperanza.
Valeria Farrés
Un beso enorme Valeria, para ti y toda tu bella familia. Gracias por poner sobre el papel estas letras que traducen el sentir de tantos. Qué orgullo conocerte y haberte tenido como estudiante. Te quiero mucho.
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Igual para ti Kira! Gracias ti, por ser mi profesora!
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