Hay tanto que nunca dije, porque habría tiempo y ya no hay. Tengo la sensación de que nos faltó mucho de ti; de que la siguiente clase, siempre habría una sorpresa. Y de que siempre habría siguiente clase.
Nos dejaste una sed que te agradecemos infinitamente. ¿Cómo hacerte saber, que nos dejaste tanto? Que vives en cada uno de nosotros, y que a donde vayamos, te llevaremos. Misión cumplida, maestro. Si algo dejaste en este mundo, fue legado.
Nos faltó tiempo. Pero aunque el tiempo hubiese sido mucho, qué impredecible siempre tú. Tú ganas, Domingo. No vamos a dejar de leer. Tú ganas, Domingo. Sería un error dejar de escribir.
Una vez me dijiste, que cuando se es joven la necesidad del recuerdo como algo que va mas allá de algo difuso, no está tan presente. Tal vez ya no somos tan jóvenes, o tú venciste esa premisa. Pues tu recuerdo, lo necesitamos; tu memoria, la honramos; y los momentos, los atesoramos.
Enseñanzas claras, punzantes, directas. Enseñanzas que podríamos recitar una y otra vez, con un nudo en al garganta, una mano en el corazón y aliento infinito. Porque son verdad, Domingo, aunque la verdad a veces sea difícil.
Quién iba a creer, que una persona en menos de seis meses lograría demostrar que la mejor manera de educar a doce adolescentes encerrados en un salón, es con calma, es con tolerancia, es con comprensión, es con cariño… es con paz. Tenías que llegar tú.
Me cuestan los principios, y te lo dije… seguido de la frase “Los finales también”. He releído todos tus correos muchas veces, profesor. Te lo digo otra vez… también me cuestan los finales. ¡Pero qué huella!
En mucho, fuiste un héroe. Como un cuento. Un cuento excelente. Como una cuartilla, como un párrafo, como una oración, como una frase, como una palabra, como una letra. Momentos contenidos en esto, momentos en literatura… momentos eternos.
Gracias, Domingo. Por ser la cumbre de la enseñanza. En cuarto año, el profesor de literatura nos dejó mucho. Nos legó sentido. Nuestro último día de la semana, nuestro profesor, nuestro Domingo… tuviste un final de cuento bien escrito. Y los cuentos bien escritos no terminan, no se borran, no se van… son para siempre. Gracias, Domingo. Porque no eras. Eres.
Valeria Farrés
Sin palabras. Siento lo mismo que tu, tantas conversaciones que no tuvimos y que nos hubieran iluminado el camino para ser mejor docentes. Siempre pensé que tendríamos el tiempo, pero sólo se quedó en pensamiento…. Te quiero Valeria
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Yo también te quiero madrina!
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