Los vi (En tercera persona es fácil)

    Los vi con sus ambiciones morderse los pies y tragarse hasta su propia boca, masticándose antes los dientes. Los vi izar banderas, forzar sus gargantas hasta brotar las venas de ellas. Los vi querer, los vi creer, querer creer y creer que querían…Libertad. Vi besos de bigote con bigote y labial con labial en marchas de siete colores alegres, haciendo un escándalo absurdo para expresar a la supuesta ausencia de barrotes. Extracciones de fetos, asesinatos sin castigo, libertad.

Y en una lucha desaforada vi el tiempo escurrirse entre las insensatas obsesiones de la gente. Sobre un pedestal colocaron al imbécil que murió corriendo hacia el barranco; en un recinto aplaudieron al objeto en el cual normalmente orinan. Al temerario llamaron héroe y al demente artista. Las vi abrir las piernas alegando que derribaban murallas ideológicas. Inhalar polvo para dar la batalla a un sistema de cadenas sin sentido, llamar a los “él” repletos silicona “ella” y a las “ella” con voces incoherentes “él”. Desfilar por las avenidas tapándose solamente los pezones, vender intentos de amor y alquilar cuerpos por cinco horas. Todo en la guerra contra la opresión.

Tildaron a los cuerdos de locos, trataron de ser diferentes. Y en su intento se hicieron iguales, y en su igualdad se hicieron normales, y en su normalidad se hicieron mediocres, y en su mediocridad se hicieron manada. Uno se paró frente a un arma y le puso una flor, otro le lloró a un hombre de prendas verdes y botas negras. Sus fosas nasales se hinchaban una y otra vez, a la vez que sus muñecas desafiaban las esposas. Y entonces los vi sentirse superiores. Una ridícula cabeza alzada, una estúpida mirada alta. Una ilusión de fuerza.

Los vi sucumbir en la relatividad para difuminar los llamados límites de su creación, derretir sus estatutos con el ardor la pasión. Destruir su creación, tan grotesco como comerse los pies. Desechar la objetividad y perder el control de su monstruo social. Entenderlo todo, aceptarlo todo. Porque era lo moderno, porque era lo nuevo, porque era lo innovador, porque era lo actual, aunque era lo peor.

Y la idea destellaba en un firmamento imaginario, y los horizontes eran parte de una utopía inexistente. Y la libertad no era nada. Mientras tanto el desastre sí, mientras tanto los muertos sí, mientras tanto mientras tanto mientras tanto que sigue, admiraban su lucha sin contrincante, su atentado, su suicidio. Afrontaban su estupidez con la estupidez de creerse pensantes respetables. Los vi clavarse en el pecho la estaca de la esperanza en nombre de la libertad, y escribir con su sangre sus ilusiones de praderas libres y felicidades absolutas. Se acuchillaron con sus sueños, por ensimismados. Porque la lucha era por todos… por todos aquellos que mañana tendrían que alabarlos por su intento de hacerlos libres. Porque el Dios verde de papel, les mostraba a diario el retrato de aquel que los liberó de aquella malvada nación que luego visitarían con sonrisas.

Los veo. Ahora, que lo lograron. Ahora que pudieron. A ellos, los hombres bomba, los esclavos de sus pasiones. Los de entretenidas vidas con trama y sentido. Los veo sin memoria, los veo solos, los veo ausentes… definitivamente: son libres.

Valeria Farrés

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